jueves, 2 de octubre de 2008

La primera vez que me lo dijeron.


Vi la sombra de una mujer de unos sesenta años colándose entre la puerta de cristal y el marco. Los sesenta se los eché por el pelo y los andares, pero me equivoqué, porque debía de tener ochenta por lo menos. Abrió la puerta y sus ojos me lo dijeron todo, pero fueron sus labios los que tomaron posesión de mi despacho. Ellos y su mirada fija sobre mi pisapales de ambar, que contenía aquella frágil flor de diente de león como flotando, fueron los me que dejaron muda. Cuando acabó de hablar me fijé que sólo habían transcurrido diez minutos...

- Era una mañana de octubre, como cualquier otra, sin embargo los pájaros parecían estar tan alborotados como en primavera. Mi padre siempre decía que las estaciones a destiempo vuelven locos a los seres vivos, sólo que los humanos, embutidos en las ciudades, ya no nos damos cuenta. Pero cuando él era joven, y los pueblos aún no se habían quedado vacíos, la gente se enteraba de esas cosas y tomaba precauciones.
No sé si fue mi intuición, o mi propio padre avisándome dentro de mi cabeza. Desde que había fallecido se había vuelto tan hablador que en ocasiones tenía que pedirle que se callase para que no me volviese loca...
Es que usted no sabe, doctora.

-Disculpe, pero yo no soy doctora, se ha equivocado de puerta.
- ¡Si hombre sí!...porque lo diga usted. Estoy harta de que me digan lo que no quiero oir. Le decía - continúo como si la realidad que la habitaba no traspasase su piel ni por un instante- el cambio que pegó desde su fallecimiento. Antes apenas me hablaba y ahora me lo cuenta todo, así que cuando comenzó a hablarme de locas que están ahora las estaciones y la maraña de consecuencias que esto supone a la naturaleza, supe que algo extraño e impactante ocurriría en mi vida esa mañana. Es que mi padre, desde que murió, adquirió algún tipo de videncia, y aunque no sepa adelantarme acontecimientos sí sabe ponerme en guardia. Supongo que si nunca te has entendido bien con alguien, por mucho que se muera no vas a conseguirlo.

Era 3 de octubre, lo recuerdo porque ese día nació la madrina de mi sobrino, y yo estaba preparando una tarta para agasajarla, cuando a mi padre se le dio por gritarme que mirase lo locos que andaban los pájaros en nuestra terraza. Tuve que darle la razón cuando descubrí a un gorrión comiendo la carne de garganta de vaca que tenía enfriando en el plato del perro, y a otro arrancándole pelos a la lacia y brillante melena de una muñeca de mi sobrina. Pensé que querría aquellos sintéticos hilos para trenzarlos en su nido, y no me preocupé, pero lo del gorrión carnívoro intentando sacar tajada de aquel singular trozo de carne... he de reconocer que me erizó cada uno de mis pelos.
Me disponía a acicalar los geranios, limpiándolos de sus mustias y muertas hojas, cuando un gato, canela y algodón, girando en el aire, pasó ante de mis ojos cayendo a cámara lenta. Me miró con ojos preocupados, como los míos si estuviese cayendo desde un sexto piso - mínimo, porque el mío es el quinto - y fuese llevando la cuenta de las vidas que me quedan, mientras el suelo cada vez se acercase más a mi cuerpo. Pero lo peor no fue eso, tras el gato vi caer a aquella mujer tan rara y con la boca tan abierta.
Aunque usted me dirá que normal que la llevase abierta si iba cayendo al vacío y gritando horrorizada. Pero eso era lo más extraño, ni gritaba, ni tenía cara de horror, pero sí que llevaba la boca muy abierta. Su cuerpo era extraño también. Daba la sensación de ser una mujer gorda pero no lo era, porque le juro que vi como el viento, por un momento, no solo frenó su caída, si no que consiguió elevar aquel cuerpo, cambiando la trayectoria de esta. Su piel con el sol de esa mañana brillaba como un globo de feria. Su ropa, aunque ordinaria: lencería negra de la barata, era más acorde con el contexto de recién levantada que el resto de su fisonomía tan acicalada. Labios rojo casi fosforito, mejillas que parecían pintadas a brocha y…muy ordinaria.
Supongo que por la complejidad de la escena en la que me encontraba inmersa, invadida de los pies a las pestañas por la sorpresa, pero no recuerdo escuchar ningún golpe contra el asfalto, ni el del gato, ni el que tendría que haber producido la mujer estrellándose contra el suelo. Hasta que vi volar aquella maleta plateada y plana, que luego me dijeron que era un portatil, el sonido había dejado de exisitir, ni siquiera escuchaba la respiración de mi padre. El ordenador fue lo que me hizo recuperar la memoria acústica, ya que mientras el artefacto se estrellaba contra un coche, en mis oídos iban estallando gotas que encerraban el sonido de cristales rotos, hasta que explotaban dentro de mi como una lluvia, permitiéndome entonces volver a escucharlo todo: Los gritos e insultos, la carrera escaleras abajo y los golpes contra mi puerta.
Mi padre me alertó: -Coge mi escopeta. ¡Cógela!- gritaba.
En situaciones que me paralizan siempre obedezco las órdenes sin rechistar, ni cuestionarlas, no me da tiempo, mi cuerpo las sigue sin que yo pueda hacer nada.
Tenía la escopeta de caza en mis manos y un miedo sin nombre haciendo temblar mis entrañas, sudaba frío y mareante y mi lengua parecía haber crecido tanto que no me cabía en la boca y no hacía mas que frotarse contra mis labios, cuando escuché aquella voz aterrada.
¡Abráme! por favor- gritaba aquel hombre desesperado. ¡Ayúdeme!- gemía horrorizado.
Abrí la puerta cuando a mi cerebro llegó aquella órden tan clara: ¡Abra la puerta de una vez!. Al hacerlo vi su rostro desencajado y su cuerpo desnudo y manchado. Olía fatal, olía a mierda mojada.
Mi padre grito: Dispara, y yo por primera vez en mi vida, desde que tengo conciencia, no obedecí una orden dada estando yo tan descolocada.
Mi padre me llamó zorra, puerca, salida, cerda, porque yo comencé a obedecer a mi vecino, y él, desde que dejó el mundo de los vivos, se había vuelto un inquisidor y un obsceno.
- ¡Llame a la policía! Mi novia se ha vuelto loca.

Fue cuando llegaron los polis cuando me enteré de todo lo sucedido. La chica es enfermera y trabaja a turnos, ese día una compañera le pidió que por favor se lo cambiase, así que llegó a casa cuando él no contaba con ello y encontró a su novio follando con la muñeca de la boca abierta mientras veía vídeos porno. Además de follar con otra, por muy de plástico que fuese, el muchacho aún no había cambiado la arena de su gato, aunque ella se lo llevase pidiendo desde hacía ya tres días…como el montón de besos que él le negaba.
No pudo soportar que tuviese tiempo para buscar el placer en aquel esperpento de plástico y que no limpiase la arena del gato. .. Creo yo…

Le he tenido que contar todo esto porque desde aquel día se me ha metido en el corazón (en la cabeza no puedo, que si no él se enteraría) deshacerme de mi padre, y a veces me descubro toda decidida con el cañón de su escopeta apuntándome entre los ojos, justo en el lugar en el que él se duerme.
Me han dicho en el hospital que usted puede ayudarme a deshacerme de mi padre sin que yo tenga que hacerme tanto daño. ¿Es cierto? Es que ya no lo soporto.

Tragué saliva, la cogí de la mano y le dije: ¡Venga conmigo! y la deposité en la silla del despacho de la psicóloga. La vieja acariciaba mis dedos mientras yo avisaba por teléfono a Luisa .
- Perdone señorita, pero es que ya desde el pasillo le vi la sombra de oreja, esa tan grande que lleva puesta de sombrero...

Ella veía la sombra de mi oreja, y yo veía su sombra de niña torturada y ...su corazón de hierba.









Rumiar, rumiar, rumiar...para no perder ni un gramo de lo ingerido en diez minutos.

4 comentarios:

Lenka dijo...

Esta sí que es una forma impactante de inaugurar un blog!!!

Bienvenida al mundillo. Que sea por mucho tiempo. Nos leemos!!!

;-)

Sra de Zafón dijo...

Muchísimas gracias por inaugurar mi blog, un placer, un honor...¡¡¡una alegría!!!
Cuando vi el número 1 en comentarios casi salto de la silla :-)
Es una experiencia muy extraña para mí, es como si de repente encontrase comentarios en mis libretas.

Muchísimas gracias Lenka.

Lenka dijo...

Te entiendo perfectamente. Llevo toda la vida escribiendo y escondiendo celosamente cada palabra. Siempre he sentido una vergüenza patológica a mostrar lo que escribía (algo ligeramente incompatible con mi sueño inalcanzable de ser escritora!!) así que sentí cosas muy curiosas cuando abrí el blog. Porque ya ves si soy rara, hablar de mi vida, de mi familia, de mis cosas, nunca me ha dado vergüenza. Y, en cambio, colgar el más tonto de los cuentos, eso me mata. Me siento más expuesta cuando alguien lee algo de ficción que algo de mi intimidad. Qué cosas!!!

El blog me sirvió para exorcizar ese miedo, algo así como una terapia (todo gracias a los amigos y visitantes, que siempre me animaron) Ahora estoy encantada de tener ese rincón para predicar en el desierto y dar la tabarra ;-) Todavía paso bastante apuro cuando cuelgo mis chorraditas, pero lo llevo mejor.

Por cierto, ya veo que has logrado librarte del blog fallido. Enlazada quedas. Nos leemos!!!

Sra de Zafón dijo...

Pues a mi me ocurre exactamente igual, sólo que a mi la realidad se me cuela en cada párrafo por más ficción que quiera fabricar :-)
Pero es verdad que puedo contar mi vida sin apenas sentir pudor y sin embargo todo lo que tengo escrito me cuesta muchísimo más,supongo que porque en el acto de escribir una se reconoce desnuda.
Besos, Lenka, me muero de ganas de entar a escribir pero el curro no me lo permite.