lunes, 30 de agosto de 2010

Casa abandonada


Cuando  los cristales rompen 
las hiedras...
... abrazan


Tengo algunas fotos de casas abandonadas tomadas al asalto por la vida vegetal:  
hiedras, madreselvas, campanillas moradas  e incluso esos racimos lilas del que sólo me sale su nombre en inglés por culpa de la banda esa de  pijísimas televisivas desesperadas.  

Algunas las volveré a hacer con la cámara que uso ahora, y las iré trayendo, pero ahora mismo acabo de encontrar esta y antes de ir a la cama me ha apetecido colgarla de este balcón.

Besos a todos los que entráis a visitarme. 

Esta  vaca sigue desvelada.  



viernes, 20 de agosto de 2010

Vacaciones efímeras

Cuando las aguas bajan...
la tierra florece. 
Cuando las lágrimas cesan
 el corazón ... (ésto os lo dejo a vosotros)












He estado en un lugar donde las aguas de un pantano anegan la tierra en invierno.

Un lugar donde de  la tierra mana agua fría y agua caliente. 

Un lugar donde las voces de la historia sobreviven colgadas del vapor y  la niebla .

 Allí encontré esta alfombra. 

También había una alfombra gigantesca de manzanilla y menta.






Por la noche sumergida en las caldas,  
bajo la luz de la luna y las estrellas
me  sentí ...





...¡¡¡dentro de una inmensa infusión  :-)
Fue maravilloso!!!!

martes, 10 de agosto de 2010

La casa de las líbélulas







Cuando era pequeña soñaba con tener amigas y amigos diminutos  con alas de libélula. Pequeños seres mágicos que al posar en ellos  mis secretos  sonreirían con amor y me alentarían, revoloteando a mi alrededor, incitándome a ser yo, y no aquella que la mayoría de los adultos que me rodeaban querían dibujar sobre mi.  

Seres que podrían colarse hasta por el ojo de la cerradura del portón de la casa grande de mi abuela  para llegar a consolarme mientras la vida dormía su tediosa siesta bajo el sol de la siega de agosto, y yo  me sentía tan desterrada y sola.
  Seres que me mirasen cómplices y me alentasen disfrutones.
Seres con los que compartir los arañazos en las piernas, los vértigos sobre  los árboles y los anhelantes  amores y  exóticas aventuras de los libros de los mares del sur.
Seres amantes de recónditos y frondosos lugares donde pintar los días de colores en vez de dejarlos escapar en blanco y negro.    
 Seres de transparencias azules, verdes y marrones tan intensas  que no hubiese en el mundo joya que las pudiese igualar.

 Y esta primera semana de agosto, en un apartado río, estalló sobre mi aquella  alegría infantil. 

No sé como son las experiencias religiosas porque nunca las sentí, pero sentirme rodeada de libélulas, que no sólo se pasaban los días   posándose  sobre mi pelo, hombros, brazos y rodillas, si no que se dejaban invitar por mis manos fue lo más parecido a una comunión con el río  y sus seres jamás vivida por mi.

Sólo tuve que usar una frase:
- Hola preciosa ¿quieres subir? -

Y subieron todas y de todos los colores, sólo que hacer fotos y acordarme de darle  a la flor en vez de la montaña…me costó.
También hice un vídeo, que desde donde estoy, no lo doy subido. 

Pero hoy vengo aquí a contaros que ya puedo decir que colgué de sus alas mis secretos y los dejé prendidos en ellas sobrevolando el río, pero además que disfruté como una niña que comprueba que la magia con alas  vive allí, en esta  casa de las libélulas.  

Aquí os dejo en fotos parte de la secuencia. 




Además quiero contaros que recibí un hermoso premio de Sies...que en cuanto vuelva a casa compartiré y repartiré.
Besos libelulinos.